Ya que nunca hemos hablado de este aspecto tan primordial, hoy queremos hacerlo, y que mejor forma que desde lo que nosotras seremos en un futuro, desde la gran misión que tiene los profesores en educar a sus alumnos y alumnas en unos valores.
Hay que reconocer la gran dificultad que conlleva educar en valores. Sin embargo, se trata de una misión importante porque una educación de calidad no puede consistir sólo en la transmisión de saberes, sino que debe orientarse también hacia la formación de personas capaces de afrontar los desafíos de la sociedad actual.
Los profesores deben convertirse en mediadores y guías que orienten a los alumnos hacia el descubrimiento de sus valores de referencia y hacia el desarrollo de las capacidades que les permitan desenvolverse de forma autónoma en la escuela y en la vida.
Es importante tener en cuenta que las características del mediador influyen en sus alumnos, ya que para ellos es un gran referente. Así, el mediador estereotipado, que repite fórmulas y esquemas, obtiene respuestas de este tipo de pensamiento. Por el contrario, el mediador capaz de reestructurar los contenidos y la realidad, facilitará el desarrollo de esta capacidad en sus alumnos. Es decir, el mediador crea a su alrededor un campo de referencia acorde con su manera de ser. Si ese campo es amplio, variado y rico, percibirá cómo sus alumnos entran en él y se mueven dentro de los mismos referentes internos y externos. Así, si el estilo del mediador es de libertad, flexibilidad y tolerancia al error y a la ambigüedad, dará lugar a comportamientos similares. En definitiva, de una forma u otra, estará educando en valores.
Este aprendizaje mediado a través del profesor, facilita el desarrollo del potencial de aprendizaje y es capaz de crear en los alumnos determinadas conductas que anteriormente no poseían.
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